POLIFENOLES

En el cuerpo humano se producen un número incalculable de reacciones químicas, ya que todas nuestras células y órganos funcionan como consecuencia de estas reacciones. Podríamos decir que son el motor que nos mantiene vivos.

Cómo hemos comentado en una entrada anterior, el acúmulo de radicales libres que se producen como consecuencia de esas reacciones químicas puede terminar lesionando y matando a ciertas células. El resultado es la aparición de enfermedades.

Los antioxidantes son moléculas que disminuye la aparición de estos radicales libres. Entre los antioxidantes más estudiados están los polifenoles.  

Existen muchos tipos de polifenoles y hoy sabemos que existen más de 8.000 distintos. Su estudio ha despertado un gran interés porque parece que tienen efectos beneficiosos en la prevención de diversas enfermedades. En los últimos años, se les han atribuido efectos positivos frente al cáncer, enfermedades cardiovasculares y enfermedades neurodegenerativas (todas ellas asociadas al aumento de radicales libres). Por esto son muy utilizados como ingredientes en suplementos dietéticos, como conservantes de alimentos y en productos cosméticos.

Los polifenoles se encuentran ampliamente distribuidos en la naturaleza, estando presentes en numerosos vegetales cómo el olivo, ajo, cebolla, tomates, coliflor, brócoli, arroz integral, frutas cítricas, café, té, entre otros. También se encuentran en ciertas bebidas, sobretodo en el vino tinto. Además están presentes en los frutos secos y el chocolate.

En nuestra dieta consumimos 1 gramo de polifenoles al día. Los niveles más elevados de estas sustancias se encuentran generalmente en la cáscara de las fruta. Se aconseja el consumo diario de 5 piezas de fruta (mejor con cáscara) porque eso nos proporciona las cantidades adecuadas de antioxidantes. Por eso, llevando una dieta equilibrada, sobre todo rica en frutas (especialmente las roja y moradas) y verduras, podemos limitar el envejecimiento de ciertas células cómo consecuencia de la acumulación de los radicales libres, ya nombrados. 

 

Diversos estudios indican que las vitaminas antioxidantes (A, C y E) procedentes de frutas y hortalizas de nuestra dieta, pero no de suplementos dietéticos, desempeñan un papel importante en retrasar la aparición de la enfermedad de Alzheimer. Existen pruebas de que los polifenoles de los zumos de manzana, uva y cítricos proporcionan una protección del sistema nervioso más potente que la produce el consumo de las vitaminas antioxidantes.  

A su vez, varios estudios parece que han demostrado que el consumo de polifenoles procedentes del vino tinto, pueden disminuir el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. El consumo habitual y moderado de vino, especialmente de vino tinto, puede producir efectos beneficiosos a nivel cardiovascular, mucho mayores que los que produciría la misma cantidad de alcohol pero en otras bebidas. El vino tinto es rico en polifenoles (quercitinas y el famoso resveratrol) que parecen ser los que explican el efecto protector del vino. Algunos estudios que relacionan la ingestión de polifenoles y el riesgo de cáncer y cardiopatía coronaria en humanos se inclinan por lo conveniente de esta práctica. Parece que los zumos de frutas y hortalizas que encontramos en el mercado y que se obtienen de concentrados congelados, también poseen una alta concentración de polifenoles muy antioxidantes.

Del té verde se dice que disminuye el riesgo de que aparezcan diversos cánceres. También se dice que disminuye el crecimiento de los que ya están presentes.

Sin embargo, toda esta información hay que tomarla con cuidado. Son necesarios muchos más estudios, como siempre bien diseñados, para asegurar que toda la información sobre sus efectos sobre la salud es cierta.

Y, muy importante, el exceso del consumo de antioxidantes nos puede crear problemas, así que, no tomemos suplementos dietarios enriquecidos con ellos, salvo si nos lo ha aconsejado un médico.